El
pasado martes 2 de noviembre , tres amigos y compañeros nuestros fueron
detenidos en Niza pocas horas antes de la manifestación en protesta por
la cumbre del G-20, centro de decisión de las nefastas políticas sobre
la economía y las finanzas. Incriminados por llevar consigo literatura
política y acusados por posesión de material de escalada, nuestros
amigos, que no conocen la lengua francesa, han sido recluidos en una
lejana cárcel, restringiéndoles el régimen de visitas. La falta de
noticias hace que incluso su situación legal nos resulte confusa.
Periodistas rastreros de diversos medios (ABC, 20 minutos, Intereconomía), en su enfermiza obsesión por criminalizar a toda aquella persona que no comparta su visión política, han publicado que nuestros amigos detenidos llevaban pistolas, mascaras antigás y otros materiales susceptibles de ser usados para provocar disturbios. A estos supuestos informadores, embusteros a sueldo que juegan con el temor de la gente, solo nos queda decirles que se merecen nuestro más profundo desprecio.
Hubo un tiempo en que eras juzgada por tus actos; hoy lo puedes ser según las intenciones que crean que manifiestes. Te pueden meter en prisión por el simple hecho de ser contraria al sistema, llegando la situación a extremos tan delirantes como que las escaladoras que lleven consigo libros de los pensadores socialistas que pueblan los manuales de Historia, o que cuando pasen junto a Niza camino de los Alpes, corran el riesgo de ser detenidas. En fin, estamos ante otra consecuencia más de un mundo que se aferra por conservar el patrón consumo voraz y despilfarrador, atemorizando a la población para que no encabece ningún cambio social.
Los jefes de Estado y de Gobierno, presidentes de los bancos centrales y ministros de finanzas que se reúnen en el G20, no lograrán reducir los desequilibrios mundiales, serán incapaces de promover un desarrollo sostenible y de diseñar planes de empleo que absorban a una creciente población desocupada; sólo podrán responder a los problemas de la gobernanza mundial con más cárceles, más policías, más videovigilancia, pero no llegarán a agarrar el freno de emergencia de una locomotora capitalista desbocada al desastre.
Fue pura y simple casualidad que, en vez de nuestros amigos, cualquiera de nosotras hubiéramos sido detenidas en un control policial y condenadas por llevar una navaja para el campo, unos palos de senderista y un libro de un agitador social de esos que tanta trascendencia mediática tienen- para leer un ratito.
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